CAMINA PERO

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NUNCA DEJES DE CAMINAR.

jueves, 26 de abril de 2012

Sonidos maternos.


Las madres van forjando el carácter de sus hijos desde la más tierna edad a base de ruidos, gruñidos y gritos guturales, incluso alguna palabra que otra.
Desde el mismo momento en que salimos del útero materno, en sentido salida, y oímos un poderoso AHHHHHHH!!!!!!!! (esta vez sí vale eso de” ….me lo han contado…..yo no estaba”) toda nuestra vida junto a ellas está repleta de “sus” cosas, a veces desquiciantes a veces maravillosas.
Cuando aún no sabemos emitir ningún sonido ellas se empeñan en que digamos primero una palabra, repitiéndola hasta la saciedad con una dicción perfecta, MA-MÁ, para enseñarnos a abrir la boca para comer (está por Papá….) para pasar a peinarnos con un litro de agua y peinarnos sin que soltemos una lágrima, son nuestras madres, no podemos decepcionarlas, al igual que ella no nos decepciona cuando nos dicen que estamos gordos y ella dice que lo que estamos es muy saludables.
Sus sonidos cuando hemos crecido un poco corresponden más a preocupaciones sobre la puntualidad (levántate ya que llegas tarde al cole); alimenticias (quieres comer de una vez) o higiénicas (quieres ir a la ducha), sin que por ello quitarán su programa favorito para dejarnos ver la serie infantil de turno (esto es atemporal).
Cuando el paso de los años confiere a nuestros rostros un aspecto trufado de acné, vello, pelusa o pelo (espero que solo en el caso de los chicos) y las hormonas empiezan a revolucionar nuestra actitud, comportamiento e incluso la voz (con la misma esperanza que en el paréntesis anterior), sus conversaciones, muchas de ellas con el mismo tono que cuando machacamos su placenta, giran en torno a nuestra vestimenta (¿de verdad vas a salir así?), nuestras compañías (¿y quién es ese/a?) o reincidiendo en la puntualidad (no llegues más tarde).
A base de (des)controlar nuestras hormonas soltando sustancias tóxicas que nos impiden ver la realidad con algo de claridad, se nos va asentando la cabeza, a base de soltar pelo de la misma, y mediante el “ensanchamiento de huesos” (eufemismo de estamos engordando, que es eufemismo a su vez de “joder como me estoy poniendo de gordo/a), y nos vamos dando cuenta de todo lo que han sufrido por nosotros y todo lo que han trabajado, dentro y/o fuera de casa, y el mérito que tienen, de aguantarnos, de aguantarse, de aguantar.
Por eso, hoy en día, las conversaciones con mi madre, suceden tal que así:
-       ¿Mamá?
-       Dime hijo.
-       Ya he llegado.
-       Me alegro. ¿Todo bien?. Descansa, ya hablamos luego.
Es nuestra forma de decirnos que nos queremos mutuamente. No nos hace falta más. Sin preocupaciones alimenticias, higiénicas o sobre el tiempo. Saber que estamos ahí.

HOMENAJE A MI MADRE EL DÍA DE SU 59 CUMPLEAÑOS

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